domingo, 28 de febrero de 2016



Creo que los errores, las equivocaciones, los tropezones son significativamente sinceros. Más que los aciertos y los logros, o esos emblemas que asociamos a nuestra idea de éxito. La cosa se complica cuando se trata de explicar la diferente entre lo que es un logro y lo que es un error.

¿Quién se anima a postularse como observador adecuado, sin anteojos empañados de cultura y etnocentrismo? A la hora de enunciar su explicación de las diferencias entre logro y fracaso, ¿esgrimirá una valoración capitalista, mística o ingenua?

Logro o fracaso: etiqueta del sentido que le pone después (y se la actualiza esporádicamente). Etiqueta que se le pone a algo que pasa, a un acontecimiento que queremos tomar como experiencia.
Experiencia de posibilidades, y de posibilidades deviniendo imposibles.

 El cambio de un estado a otro deja de lado las infinitas posibilidades de otros cambios en ese mismo estado. Hay infinitas realidades posibles, y optamos por vivir una, descartando las otras. Eliminándolas como posibilidades y manteniéndolas como imposibles, como fantasías.

Por suerte, existe la literatura para jugar con las palabras y aproximarse a la construcción de metáforas de aquellas posibilidades descartadas.

El viajero triste que mira la costa de su patria, pensando en lo que pudo ser, sin reparar -todavía- en la inmensa cantidad de caminos posibles que lo esperan en la nueva tierra, cruzando el mar, el tiempo, las palabras conocidas.

lunes, 8 de febrero de 2016



Cuesta soltar, soltarse, soltar a los otros...

Soltar el volante, el timón,
el manubrio,
los hilos con los que manejamos
como títeres
a nuestras horas y acciones.

Soltar las falsas certezas,
los castillos
de naipes y fotos
de certificados y notas
de títulos y trabajos
de ilusiones y promesas viejas.

Soltar el control,
renunciar a esa imperiosa necesidad
de tener todo
acomodado,
etiquetado,
previsto,

abandonar explicaciones incomprensibles,
aflojar con el murmullo mental
que asfixia buscando las palabras exactas
(¡exactas! no sea cosa de que no nos entendamos...)
para decir,
con maquillaje,
"ya fue".

Es este proceso
de reconocerse flotando
a la deriva
en un océano
en el cual cada tanto damos brazadas,
aspirando a llegar a alguna isla.

Las islas son transitorias,
bancos de arena que con el tiempo
y las olas
se van desvaneciendo.

La única certeza: Todo es transitorio.
(para este-nuestro tiempo,
para nuestra comprensión,
para nuestra mirada de las cosas)


Cuesta renunciar a las islas,
a buscar lugares donde construir
todo tipo de estructuras.

Soltar el deseo de pisar suelo firme,
de tener algo entre las manos
que no sea agua escurriéndose.

Soltar el agua,
es un esfuerzo inútil querer retenerla.
Te moja, te sostiene, te rodea,
te moviliza con sus corrientes,
te hidrata,
te mata si te descuidás.

Son esas malas costumbres
de buscar y seguir buscando,
no sólo cosas posibles
si no las más probables,
las firmes;
 de apostar únicamente
si nos sentimos seguros del éxito.

La isla como descanso,
no como hábitat,
aunque hayan otros
ahí, amigos,
esperanzados
en fundar una ciudad.

Me doy cuenta de que
mi camino es inestable,
aunque quiera darle cierta firmeza y planificarlo,
aunque quiera programarlo,

aunque quiera decirles a todos
que no se preocupen,
asegurarles sin miedo a estar mintiendo:

"llegué,
estoy,
estaré".

Afirmar que seguiré estando,
que acá (nomás) me quedo .

Y que viviré
en esta isla
(que se gasta con las olas,
que me aburre,
que me hace sentir muerta)

Mi idea de amor es
ser compañeros de viaje
durante un tiempo
y después soltarnos suavemente.

Abrazo y beso de despedida,
repetirnos los mejores recuerdos,
contarnos detalladamente
lo que nos pasó cuando pasó lo que pasó

y a seguir nadando cada uno por su parte.


No cualquier compañero
se banca un viaje así,
pero de esta isla ya no queda nada
(seamos honestos)

¡buena suerte
y que hagas un hermoso viaje propio!

(Me cuesta tanto soltarte que busco entenderte desde metáforas astrológicas y fuerzas planetarias, busco alguna luz que me indique si lo que venía pensando-sintiendo por vos no estaba tan errado, quiero creer que por un momento pisamos tierra firme y estuvo bueno, fue lindo, pero ya fue)

viernes, 5 de febrero de 2016



(-Hoy de nuevo;
-Hoy, de nuevo;
-De nuevo, hoy;
-De nuevo (es) hoy;)

como tantas otras veces
 (ya sería un hábito)
reniego de mi sentimentalismo, 
egocentrismo,
mariconería insoportable,

de esta tendencia 
-inevitablemente- 
hablar en primera persona 

y a manchar <lo que quiero decir>
con <lo que siento>.

Si no lo siento, no lo digo.

Si no lo siento, ni siquiera lo pienso.

Yo pienso sintiendo,

esa es 
mi inteligencia,
mi frecuencia,
la manera en que me habito 
y de la cual reniego
pero que no puedo abandonar.



(Wara wara 
yo de nuevo hablando de mí)





Para convivir con esta autorreferencialidad, 
podría repetirme insistentemente
(dos puntos) :

  • que yo no soy un yo definido y concluido

(pensarme más agua de río que de fuente de jardín, 
circulando estúpidamente)

  •  que quizás soy una voz imposible, proveniente de quién sabe dónde,

la cual, debido a falta de amigos-íntimos,
 murmura en juego 
diálogos consigo misma

(¿será incapacidad, soberbia o miedo 
lo que me impide invitar a otros interlocutores?)

  • que poco y nada importa  ese yo

 (que se refugia cobardemente 
en el adverbio "personalmente" )


porque yo nunca soy ese-yo-que-habla,


soy un personaje que escribe, 
un invento de la ficción y de la poesía,
una selección de palabras.


Un juego de niños que se prolongó
demasiado.


Pienso que este no es el juego que quiero,

pero siento que quiero seguir jugando.


*
No pude 
ni podré 
encontrar/me en las palabras.

Escondida.
Encerrada.
Capturada.


Renunciar a la búsqueda
o a la construcción 
o a la cacería despiadada
de mí-misma
en la escritura.

(cambiar el juego, 
es eso, 
cambiar el juego)


Escribir 
desde la impersonalidad.
Con una mirada cínica,
de superada,
insensible.
(o intentarlo)

Escribir
 no como una confesión
sino como una mentira,
como si usara máscara y armadura.

Decir yo y dejar de creer en el yo



¿Es genuina esa impersonalidad?
 ¿Es posible?

¿Podemos salirnos de nosotros 
a la hora de 
hablar, escribir, pensar, vivir?


¿Estamos 
en nosotros
 como para poder 
salir de nosotros? 


¿Somos nosotros 
una cosa identificable
un lugar transitorio
(momentáneamente poblado por el lenguaje)?




La voz que habla, 

en un lugar de paso, 
muestra la mirada que se tiene,
(el vistazo que se echa) 
en un momento determinado

y que luego deja de ser

y que es 
siendo, 
y dejando de ser>


La voz imposible, pero paradójicamente presente.
Acá está.

(La escritura como juego:
jugar con las palabras
o que las palabras jueguen 
con <lo que voy siendo>)